sábado, marzo 17, 2007

Mutismo Inflamado

Es tan complicado retomar la palabra. Parece haberse vuelto vieja y arrugada de tanto tiempo y tanto olvido; sin embargo, tiene una emoción casi pueril por volver a ver la luz del día. Las palanquitas oxidadas de la fantasmal máquina de escribir se amontonan todas frente a la cinta, haciendo un concurso -que evoca a la fecundación- para ver quién estampa primero su huella; el dedo meñique se hunde entre los desniveles de las cuadradas y duras teclas, pero las empecinadas palanquitas solo siguen aglutinadas, inconsecuentemente reticentes a la retirada.

Si es que el silencio cura, eso no lo puedo asegurar; al fin y al cabo, soy demasiado adicta a los placebos como para saberlo realmente. Me he drogado con paliativos al punto de la psicodelia y ahora que todo esta en silencio es difícil distinguir la ficción -mi ficción- de la realidad.

El piso parece moverse en ocasiones, y hay una especie de onda expansiva de bomba molotov acompañando a mi paso; el andar se siente particularmente extraño, aunque familiar, y los espejos ya no saben decirme si miran al mismo reflejo al que otrora le conocian todos y cada uno de los lunares.

La maleta sigue ahí, de hecho, me ha resultado bastante conveniente usarla como un pequeño cajón anexo que he atiborrado de más cosas y recuerdos. Sin embargo, he caminado unos pasos más allá -o me han arrastrado mis pies sin yo notarlo-. Las cartas españolas me han mostrado a una bailarina de danza sevillana, que entre castañuelas me coquetea con la mirada. ¡Estocada Final! a su lado hay una espada, grande, brillosa y muy filuda... que amenaza con cortarme ambas orejas ante el primer paso en falso.

¡Té con Limón! -y un poco de ron rubio- Que paradógico que me vuelva la letra al cuerpo justo cuando al pegajoso verano se le da por escaparse por la puerta del servicio. No es grande mi mansión, pero se han metido diez gatos a jugar con las margaritas; uno de ellos tiene algo que se asemeja a una melena extraña, creo que él sera el primero -o el único- en entrar.

Preparándome para el invierno, sobreponiéndome al mutismo inflamado característico de las gargantas que hablamos demasiado....

-Y no decimos nunca nada.


Nótese el exceso de puntos suspensivos como un homenaje a mi vicio de hablar de más..... Aún espero a que se haga de noche.

No hay comentarios.: